Entonces llegó el día en el que tomé los aviones:
Salí de Barcelona el miércoles 28 de Noviembre de 2012 a las 7.50 am con destino a Munich, Alemania.
Antes de subirme hubo un malentendido con Lufthasa así que las turbulencias del viaje acompañaron las de mi cuerpo. Cuando quise darme cuenta me estaba yendo de Barcelona sin despedirme. Así cumplí con la primera escala.
En Munich me di cuenta de que había salido de tierras latinas. La diferencia en los rostros, las respuestas a preguntas simples, los destinos de los viajes ¡las comodidades insólitas del aeropuerto! Están construyendo una zona que se llamará "Napcabs". Son como píldoras verde manzana ¡donde se podrán hacer siestas! Hay un spa donde hacen desde masajes a depilaciones completas.
Ahí pasé cuatro horas hasta que llegó el momento de Air China. Las azafatas más bellas y amorosas que he visto.
El pequeño asiento se encogió aún más cuando llegó mi compañero de viaje: un señor de unos cuarenta y tantos que estiraba el periódico tamaño sábana y no tenía ningún problema en pasarse a mi espacio personal para poder leerlo. Los primeros minutos sufrí pensando en las nueve horas que me esperaban. Por suerte fue mucho más leve.
Esto de pedir comida vegetariana en los vuelos fue clave en este aerolínea ya que los menú eran (hasta para mi que disfruto de la comida asiática) extraños.
Llegué a Beijing aún de noche. Desde el avión la vista era muy curiosa: no se veía la gigantesca metrópolis que uno se imagina, sino una suerte de autopistas iluminadas y muy marcadas con nada en el medio. Me impresionó la cantidad de ideas prefijadas que tenía sobre qué iba a encontrar. Las imágenes que se nos van formando y de la que muchas veces no somos ni conscientes.
China da respeto y miedito. Los guardias de seguridad van con uniformes muy formales y son casi todos muy altos. Te miran varias veces comprobando que seas el de la foto del pasaporte y en los controles no hacen uno, sino todos los posibles: pasas por el infrarojo, te revisan manualmente Y con la maquinita detecta-metales, te hacen sacar los zapatos (los pasan solos por la máquina) te hacen sentir y te revisan las medias. Hecho esto (y como pasaera en tránsito, ni siquiera como turista que se queda en China) pasas a la transfer area. Me resultó tan bello el aeropuerto, tan pacífico y con ese amaneces que prácticamente era para mi sola que me dieron muchas ganas de ver qué hay después de esas explosiones anaranjadas.
Hice tiempo de acicalarme tranquila y cuando llegué a la puerta de embarque ya era la hora.
29 de noviembre 7.50 am: camino a Busan.
En el avión me senté al lado de una pareja mayor que viajaba en grupo con otras varias parejas. Fue en ese momento cuando me puse en contacto en el particular ¡Acento busaniano! Me dio mucho alivio escuchar un idioma conocido después de tanto chino, que es raro, very raro.
Este fue también el primer momento en el que empecé a ser la extraña, la excepción.
Finalmente y después de otra hora cincuenta de viaje ¡Llegué a Corea!
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