No hay felicidad
comparable a la que se tiene en el momento de tener la certeza de que se está
en el camino correcto. Un beso de Dios en la frente, un camino que se va
haciendo claro y la emoción que nos arrolla.
Hoy fue uno de los días
más deslumbrantes de mi vida.
Suelo tener este omnipresente
sentimiento adolescente de alucinarme desde que tengo memoria. Sin embargo, la
emoción se pasa rápido. Es decir, sobrevive lo suficiente para poder
atribuirsela a un momento determinado. Hoy no sucedió.
Hoy llegó finalmente el
momento que había estado esperando desde hae más de un año. Cronológicamente
hablando esto fue lo que sucedió: conocí a mi ángel de la guarda el invierno
pasado. Este generoso señor trabaja en Paris, en una sede de la oficina de Turismo
del Ministerio de Turismo, Cultura y Deporte de Corea del Sur. Gracias al
facebook del grupo de coreano un buen día apareció presentándose a todos (via
facebook) y dejandose a nuestra disposición. Así que eso hice. Dispuse de su
tiempo y le escribí contándole mi projecto (publicar el libro de cine coreano y
tratar de hacer alguna experiencia laboral en una institución coreana para
aprender a promocionar el cine, básicamente) y él me puso en contacto con uno
de los directores del Festival de Cine de Busan. Le escribí a este señor expresando
mi intención de trabajar en el Festival y él, que resultó ser un amor de
persona que me animó y alimentó mi entusiasmo, me dijo que aceptaban extranjeros en
el festival pero que pudieran manejarse en coreano (escrito y hablado). Ahí fue
cuando se me hizo claro: me voy a estudiar coreano a Busan. Finalmente hoy nos conocimos.
El plan era muy relajado: encontrarnos en su oficina, que queda en el
Busan Film Building donde está el Busan Cinema Center, un edificio increíble
con una gran sala de cine al aire libre (en la calle prácticamente) que tiene
una pantalla gigantezca donde pasan todo el tiempo fragmentos de películas.
El edificio está en
Haeundae, que es la zona más rica y bella de Busan, llena de edificios altísimos
y muy bien iluminados. Caminé frente al centro comercial Shinsague (ya conté
que es el más grande de Asia), di la vuelta en la esquina y me fui acercando
sin saber muy bien dónde estaba hasta que vi: Busan Cinema Center y se me paró
el corazón. En serio. Antes de que me llegara la cabeza para entender que había
llegado ahí, el corazón ya se me había detenido.
Hice un par de fotos y
corrí a encontrarme con el señor Kang. Entré a este gran hall lleno de posters
y caminé mareada pensando cuál sería la oficina hasta que vino él a mi encuentro.
Apareció un gordito super simpático y joven que me dio la mano y se presentó.
El encuentro iba a ser super amigable porque nos habíamos enviado algunos mails
en un tono muy amistoso y su plan había sido juntarnos, me mostraba el centro
(que funciona como cineclub, digamos y otros usos) después cenar junto a su
novia (que es otra dulzura increíble y un amigo y después ver Amour, de Michael Haneke, que la estaban
pasando hoy en el centro.
Como no había terminado
aun de trabajar me llevó hasta una sala de espera, me ofreció un café y me
pidió de esperarlo. Eso hice. Sentada sola, en este lugar donde tantas cosas
han pasado, que había imaginado y deseado, que finalmente estaba allí, sentada
sola, esperando me arrasó la emoción. En serio. Fue maravilloso e imparable. Me
sentía tan a gusto, tan en familia, en el lugar correcto, como si hubiera
estado allí muchas veces antes. Nada de novedad, simplemente emoción, paz y
familiaridad. Sentí cómo todos los hilos y hechos aislados que me habían
llevado a estar esta noche en este lugar, se conectaban. Todo tenía sentido.
Todo tiene sentido. Ahí estaba. En este lugar, con la ventana mirando hacia la
sala de proyecciones que está al aire libre y estaban pasando fragmentos de
películas occidentales: Kramer vs Kramer (ahí estaban la jovencísima y bella Meryl
Streep con el irresistible Dustin Hoffman); las calles enredadas de plantas de París en una escena con Gerard Depardieu y llegó Annie Hall. Una escena en la
que Woody Allen esté en la cama con Diane Keaton. Ella está leyendo y él
comienza a besarle el brazo buscando que algo pase. Ella se rehusa, parece
ofuscada. Pensé en qué me gusta de las películas de Woody Allen así que pensé
en los travellings y en los diálogos que transforman su pesimismo en un
optimismo furioso a través del humor y pensé lo que les juro nunca había
pensado: este hombre está casado con su hija. Es decir, la adoptaron, vivieron
juntos y en ese día a día él se fue enamorando. En el transcurso de los días,
dentro de una cotidianidad arrasadora ellos se enamoraron. Y de repente me
entró una angustia nihilista. Un sentimiento de inutilidad y desesperanza que
me paralizó. No pude ni pensar qué me angustió o cómo proyecté esa angustia.
Sin embargo, la escena
siguiente fue la de ella cantando en un karaoke esta bellísima canción. La
cámara está puesta de costado. ¿Por qué de costado? ¿Estaría él sentado de ese
lado?. Ella mira para ese lado moviendo los ojos y gesticulando de una manera
tan sexy y segura de sí misma que pude escucharla, aun sin sonido y me conmovió
hasta los huesos. A lo mejor me recordó a mi madre ya que tienen un aire, y entendí
que todo va a estar bien.
No he visto la película,
no conozco la canción pero resulta que la letra dice esto:
Parecen los viejos tiempo
Tenerte para caminar juntos
Parecen los viejos tiempos
Aún la emoción de
Simplemente tener mis brazos alrededor tuyo
Sigue siendo igual de emocionante
Como el día en el que te encontré
Parecen los viejos tiempos
Cena, Cita y flores
Exactamente como en los viejos tiempos
Quedándonos despiertos por horas
Convirtiendo sueños en realidad
Haciendo cosas que solíamos hacer
Parecen los viejos tiempos
Estar aquí con hoy contigo
Fue tan cinematográfico
que, de nuevo, todo tuvo sentido.
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