jueves, 20 de diciembre de 2012

LIKE SOMEONE IN LOVE


No hay felicidad comparable a la que se tiene en el momento de tener la certeza de que se está en el camino correcto. Un beso de Dios en la frente, un camino que se va haciendo claro y la emoción que nos arrolla.
Hoy fue uno de los días más deslumbrantes de mi vida.
Suelo tener este omnipresente sentimiento adolescente de alucinarme desde que tengo memoria. Sin embargo, la emoción se pasa rápido. Es decir, sobrevive lo suficiente para poder atribuirsela a un momento determinado. Hoy no sucedió.
Hoy llegó finalmente el momento que había estado esperando desde hae más de un año. Cronológicamente hablando esto fue lo que sucedió: conocí a mi ángel de la guarda el invierno pasado. Este generoso señor trabaja en Paris, en una sede de la oficina de Turismo del Ministerio de Turismo, Cultura y Deporte de Corea del Sur. Gracias al facebook del grupo de coreano un buen día apareció presentándose a todos (via facebook) y dejandose a nuestra disposición. Así que eso hice. Dispuse de su tiempo y le escribí contándole mi projecto (publicar el libro de cine coreano y tratar de hacer alguna experiencia laboral en una institución coreana para aprender a promocionar el cine, básicamente) y él me puso en contacto con uno de los directores del Festival de Cine de Busan. Le escribí a este señor expresando mi intención de trabajar en el Festival y él, que resultó ser un amor de persona que me animó y alimentó mi entusiasmo, me dijo que aceptaban extranjeros en el festival pero que pudieran manejarse en coreano (escrito y hablado). Ahí fue cuando se me hizo claro: me voy a estudiar coreano a Busan. Finalmente hoy nos conocimos. El plan era muy relajado: encontrarnos en su oficina, que queda en el Busan Film Building donde está el Busan Cinema Center, un edificio increíble con una gran sala de cine al aire libre (en la calle prácticamente) que tiene una pantalla gigantezca donde pasan todo el tiempo fragmentos de películas.
El edificio está en Haeundae, que es la zona más rica y bella de Busan, llena de edificios altísimos y muy bien iluminados. Caminé frente al centro comercial Shinsague (ya conté que es el más grande de Asia), di la vuelta en la esquina y me fui acercando sin saber muy bien dónde estaba hasta que vi: Busan Cinema Center y se me paró el corazón. En serio. Antes de que me llegara la cabeza para entender que había llegado ahí, el corazón ya se me había detenido.
Hice un par de fotos y corrí a encontrarme con el señor Kang. Entré a este gran hall lleno de posters y caminé mareada pensando cuál sería la oficina hasta que vino él a mi encuentro. Apareció un gordito super simpático y joven que me dio la mano y se presentó. El encuentro iba a ser super amigable porque nos habíamos enviado algunos mails en un tono muy amistoso y su plan había sido juntarnos, me mostraba el centro (que funciona como cineclub, digamos y otros usos) después cenar junto a su novia (que es otra dulzura increíble  y un amigo y después ver Amour, de Michael Haneke, que la estaban pasando hoy en el centro.
Como no había terminado aun de trabajar me llevó hasta una sala de espera, me ofreció un café y me pidió de esperarlo. Eso hice. Sentada sola, en este lugar donde tantas cosas han pasado, que había imaginado y deseado, que finalmente estaba allí, sentada sola, esperando me arrasó la emoción. En serio. Fue maravilloso e imparable. Me sentía tan a gusto, tan en familia, en el lugar correcto, como si hubiera estado allí muchas veces antes. Nada de novedad, simplemente emoción, paz y familiaridad. Sentí cómo todos los hilos y hechos aislados que me habían llevado a estar esta noche en este lugar, se conectaban. Todo tenía sentido. Todo tiene sentido. Ahí estaba. En este lugar, con la ventana mirando hacia la sala de proyecciones que está al aire libre y estaban pasando fragmentos de películas occidentales: Kramer vs Kramer (ahí estaban la jovencísima y bella Meryl Streep con el irresistible Dustin Hoffman); las calles enredadas de plantas de París en una escena con Gerard Depardieu y llegó Annie Hall. Una escena en la que Woody Allen esté en la cama con Diane Keaton. Ella está leyendo y él comienza a besarle el brazo buscando que algo pase. Ella se rehusa, parece ofuscada. Pensé en qué me gusta de las películas de Woody Allen así que pensé en los travellings y en los diálogos que transforman su pesimismo en un optimismo furioso a través del humor y pensé lo que les juro nunca había pensado: este hombre está casado con su hija. Es decir, la adoptaron, vivieron juntos y en ese día a día él se fue enamorando. En el transcurso de los días, dentro de una cotidianidad arrasadora ellos se enamoraron. Y de repente me entró una angustia nihilista. Un sentimiento de inutilidad y desesperanza que me paralizó. No pude ni pensar qué me angustió o cómo proyecté esa angustia.
Sin embargo, la escena siguiente fue la de ella cantando en un karaoke esta bellísima canción. La cámara está puesta de costado. ¿Por qué de costado? ¿Estaría él sentado de ese lado?. Ella mira para ese lado moviendo los ojos y gesticulando de una manera tan sexy y segura de sí misma que pude escucharla, aun sin sonido y me conmovió hasta los huesos. A lo mejor me recordó a mi madre ya que tienen un aire, y entendí que todo va a estar bien.
No he visto la película, no conozco la canción pero resulta que la letra dice esto:
Parecen los viejos tiempo
Tenerte para caminar juntos
Parecen los viejos tiempos
Aún la emoción de
Simplemente tener mis brazos alrededor tuyo
Sigue siendo igual de emocionante
Como el día en el que te encontré
Parecen los viejos tiempos
Cena, Cita y flores
Exactamente como en los viejos tiempos
Quedándonos despiertos por horas
Convirtiendo sueños en realidad
Haciendo cosas que solíamos hacer
Parecen los viejos tiempos
Estar aquí con hoy contigo

Fue tan cinematográfico que, de nuevo, todo tuvo sentido.


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