sábado, 9 de marzo de 2013

COMO LA MALDICIÓN DEL MEJOR AMANTE




Christian Basso (Argentina)- Banda sonora de Secret Sunshine (Lee Chang-dong- 2007)


A los 12 años me enamoré del cine. Fue un amor tan arrollador, fulminante y concreto que una vez que lo descubrí no pude alejarme de él. La ventana mágica, veces dimensiones, veces maldiciones.
Sabía dónde encontrarlo. Iba cada día, repetía pantallas, palabras que aun no entendía. Llevaba un grabador con varias pilas y cassettes de repuesto y una vez que había elegido los momentos preferidos apretaba play y los grababa. Cuando volvía a casa, en la oscuridad de la noche más profunda reproducia como quien recuerda palabras hermosas del hombre amado. Lo tenia ahi, tan cerca de mi noche que se mezclaba en el entresueño, en la entrenoche. Era un amor clandestino, solo mio y me daba prácticamente todo lo que necesitaba. Fue en ese entonces cuando aprendí a soñar y a amar al bandido, al correcto, al inmoral. Amarlos a todos por igual. Sin embargo, la libertad del amor que muta y se desliza y cambia deliberadamente de forma frente a mis ojos es cruel. Es duro este amor, tan platónico como lejano. Al final todo se reduce a esa pantalla que se presta a tantos, a todos.
Recorrer el mundo buscando hacer asequible la gota de agua y preguntarme ¿cómo le doy forma a lo intangible? Transformarse en alquimista y creer, una y otra vez, en la ilusión de la libertad de elegir las propias pasiones. Sin embargo, llega el día en que sabemos que somos esclavos de los deseos. Dependientes de ese amor al bandido, al correcto, al inmoral y que ahí donde nos llame tendremos que estar, cual soldado obediente.
Amar al cine es no conformarse con uno sino querer tener a todos juntos viviendo en uno. Es un camino duro y solitario porque es egoísta y encriptado. La maldición de no estar completo hasta que se está completo. Ni uno, ni dos, todos. Los quiero a todos. Lo quiero todo.
Soy esclava de este amor y, sin embargo, nunca me sentí más libre. 

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